Cuatro horas eran las que había descansado su cerebro la noche anterior, se había comido su glándula pineal uno de esos peces salvajes con apnea del sueño…ya se sabe.
Y en el insaciable estómago de la suela de sus botas, un caprichoso jueves aburrido, que acabó siendo pisoteado por las mismas focas (hoy negras) que cubrían sus pies de pequeño Inuit.
En los últimos escalones del último piso, una decisión de última hora que acompañaba junto a la rubia-morena, una vía de escape ante los días de incasable letargo estudiantil.
Para los universitarios, en especial para los biolocos, los fines de semana empezaban los jueves y acababan los lunes. Era algo así como una prolongación más de su existencia casi humana.
Hasta apenas hacía unos meses, la niña del focus rojo no sabía lo que era aquello, no entendía de prolongaciones, y mucho menos, de conversaciones absurdas en medio de un círculo de tierra, y de la nada. No sabía lo que era beber sangría de los ojos verdes del chico gay, y mucho menos desearla de la del desaparecido.
Tampoco entendía, como algo procedente de la tierra, llamado “vino” podía pelearse tanto con los gastros del estómago…y lo que tampoco se le pasó nunca, es que los cerdos, lejos de volar, hablaran por la radio de la Universidad.
Aquel mundo, casi fantástico, ensimismó a la chica de la nariz roja y los pantalones caídos…
A lo lejos se seguía oyendo cantar al cerdo, y a lo lejos se veía también al chico roto en una burbuja de plástico.
Sonaban tambores de mil colores
Tambores de mil sabores
Paladares dormidos y tímpanos con mil sonidos.
De repente…un par de piropos por los que merecer ser seguida de espaldas, y de repente un lapsus de tiempo con aires de pies descalzos japoneses.
A la vuelta de la vuelta, un combinado de TGV con zumo de piña, un compañero de equipo fuerte (que no gordito) para batir al chulazo de la barra a golpe de muñeca en el futbolín. Y que pasen por debajo.
Mientras tanto, se quedaban en el recuerdo una Helena de Troya pelirroja, un rastas desaparecido y un guardaespaldas de un ángel caído.
La rubia-morena se perdió, volviendo con el tono rojizo en las mejillas y una niña guardada en el bolsillo que resulta que sabe jugar al billar.
En las bolas que rodaban por encima de la alfombra verde, mil secretos a voces en un antro de muerte.
Las luces de colores, no salían de la bola inexistente del antro universitario, salían a botes de leyes físicas sobre el tapete verde…a botes entre los dientes de la niña del focus que empezaba a volar en su ambiente…mágico.
Y todo por un patrón, por un patrón imberbe que no se llama, un señor de Ciencias que un día acomodó a la princesa de los zapatos rosas y a la niña del focus rojo bajo el mismo techo, bajo los mismos sentimientos, bajo las mismas almas…
Y un chico que se vuelve loco, borracho, perdido…enamorado de ella.
Otro que le toca una teta
Otro que le cuenta lo corta que puede llegar a ser una falda, de llamarse así
Otro que tiene antojos sin estar embarazado
Y otro que simplemente, faltaba…
Aun así, y pese a lo pronto que era, la niña de focus rojo llegó sonriente a casa, tras haberse dejado olvidados, en el círculo de arena, al muñeco de lego, al loco embobado, a un gay platónico y a un pez salvaje con la mirada borrada…y la boca perfecta.
Y se dejó las botas, y las uñas en un tabú osmótico, evolucionado y lleno de leucocitos…con un par de notas que fermentaban…
Y todo regado de vino…y un chico sin casa, y otro con sonrisa de loco…y todo cargado
De ese ambiente, dicen, universitario…
Al día siguiente había clase…
...pero ella sonrió mientras se peinaba el flequillo en el espejo…
Por fin, después de tanto…
…era Universitaria
A cada uno de los "biolocos" que me hicieron sonreír este jueves...
en especial a ti, Señorita ^^