lunes, 31 de marzo de 2008

~Su princesa perfecta~

Cada mañana se asomaba a su balcón esperando la respuesta que le traería el viento (hoy qué tocaba, ¿traje negro o amarillo?).

La observaba atentamente peinar su pelo, lavar su cara, abrochar su ropa, pintar sus labios, tomar su café (dos de azúcar), coger su bolso, correr con sus zapatos en la mano para no molestar a los vecinos, enmarañar su pelo para que tomara algo de forma, encender el teléfono, cerrar la puerta de casa (sólo dos vueltas) y todas esas cosas que a ella siempre le quedaban tan bien…
Y siempre se hacía la misma pregunta: ¿por qué?
¿Sería por su manera de mirar?
¿De andar?
¿De conversar?
¿De pensar?
¿De escuchar?
¿De bailar?
¿Por sus caderas de sirena?
¿Por su nariz de avellana?
¿Por sus pecas de gominola?
¿Por su derroche de color?
¿Por su aroma a orquídea asilvestrada?
¿Por su genio de bruja?
¿Por su pelo de hada?
¿Por su inteligencia de duende?...

Analizaba en su cabeza cada uno de sus movimientos buscando respuesta a cada una de sus preguntas…

¿Sería obsesión?
¿Un devaneo más de su locura?
¿Un hechizo de sus manos?
¿Un capricho?
¿Un imposible?
¿Una mera ilusión?
¿Un sueño?



De repente, una vez más, se dio cuenta de que las lágrimas estaban empezando a congelarse en sus mejillas a causa del frío de las estúpidas e indecisas mañanas de marzo (hoy, ¿de qué tocaban? ¿De jolgorio? ¿O de tristeza?).
¿Conseguiría algún día, averiguar cuáles fueron las ideas que volaban por la mente de la dama de enfrente?
Sabía que no: no era mago, y de la cabeza de seda nunca salían las ideas, siempre se quedaban enredadas…



Decidió secarse las lágrimas, ya era suficiente con el agua que se cernía en las nubes del cielo; por desgracia, hoy volvería a llover dentro y fuera de casa.

En cada una de sus lágrimas la imagen de un recuerdo…
Recordó como una vez fue casi suya, y también cómo le pudo el miedo.
Recordó como por un instante se fundieron en un solo cuerpo: cómo por una vez, “el uno más uno” sumaban solamente uno.

Después, una gota calló en su cara, y decidió que era el momento de cerrar la ventana y dejar de mirar atrás.
Se hacía tarde y apenas le daría tiempo a llegar a trabajar.

Como cada día se vistió y lavó como pudo; desayunó el café “mal” cortado de siempre, y cogió las llaves de casa.
Cuando pasaba por el espejo del portal se peinó las canas de su cabeza (seguían tan desastres como siempre), se metió su camisa fea por dentro del pantalón y sacudió sus zapatillas viejas en la alfombrilla…un día más preparado y listo para bailar el vals de la monotonía.

Al abrir la puerta, una inesperada bofetada de aire cálido le sorprendió. Sin haberlo querido se había cruzado con ella y su sonrisa indiscreta.

Después de tantos años, vio que seguía siendo “su princesa perfecta”…






Escrito a tientas sobre la almohada,

con mis morenos al lado como inspiración...

4 comentarios:

ConchaOlid dijo...

Lo ves como no pareces la misma?
Lo digo por tus x y k y abreviaturas posteando. Cuando en los escritos no te falta ni una coma.
Sí, es una observación, simple y llanamente.
Las canas peinan años de rutina y parece que el tiempo sólo corre tras de ti, pero no estás solo en la carrera.
Besos

Unknown dijo...

muy bueno amiga, muy bueno

Marigel dijo...

Me ha gustado mucho el relato.
Señorita, su pluma es deliciosa de tocar: escucho con mis ojos sus palabras y es un placer.

Quejio dijo...

Buenas ...

Muchas gracias por tu huella en el rincón. Un placer. Espero que llenes esa barca de sueños, o de un sueño para que nunca te falte el mar.

He leído tu blog y me parece algo más que interesante. Segura que me verás por aquí más veces.

Saludos lunátcos